Buscando la identidad: tres niveles (2024)

Buscando la identidad: tres niveles

En distintas instancias se asocia a la identidad con la continuidad: continuidad física, psíquica, en el conjunto de roles sociales, en los relatos de una vida... Se habla también de continuidad evolutiva, por las transformaciones que se suceden.

Consideramos que podemos establecer un paralelo entre la identidad humana y la identidad en productos atendiendo a sus escalas.

En la identidad humana encontramos tres escalas: Identidad personal, grupal y social.
En la identidad en productos la escala sería: Identidad objetual, corporativa, y cultural

En el primer nivel de la identidad humana está la identidad personal, vinculada con la identidad biológica e identidad biográfica. La primera es declarada –en el mejor y más saludable de los casos. Hemos sido testigos de tristes casos de apropiación de identidad. La segunda es construida, a partir de cada una de las selecciones y decisiones que tomamos. Antonio Gala dice que “La biología se completa con la biografía”.
El segundo nivel es el de la identidad grupal Es más notable en la adolescencia, en la que se constituyen tribus urbanas, en las que las ideas del grupo se toman como propias y definitorias. Esta adscripción a grupos se hace menos notable con el correr de los años, pero sigue quedando un resabio de esto en la uniformidad de nuestras relaciones sociales.

En el tercer nivel, el de la identidad social se hace más evidente el juego entre la herencia y diferenciación. Cuánto se adscribe a la historia y a las tradiciones familiares y de un país, y cuánto se quiebra, tomando otros modelos o poniéndolos en crisis para reformularlos.

En los tres niveles aparece la tensión entre identidad y autenticidad: cuánto es determinado por la capacidad conformadora del contexto y cuánto por su rechazo y crítica.

En el primer estrato de la identidad de un producto encontramos el reconocimiento de funciones y operaciones posibles en los objetos. Respondiendo a la pregunta ¿qué son y cómo se usan estas cosas? Permitiéndole así salir de la calificación de cosa, indefinida e indiferenciada para tomar la de objeto. La historia del diseño y de los diseñadores ha recorrido distintos momentos y casos en los que estos rasgos eran claramente diferenciados y ostentados, o escondidos y velados. Un claro ejemplo de estas posiciones encontradas las podemos ver en dos diseñadores que compartieron una misma época y cultura con posiciones francamente opuestas: Castiglioni y Zanusso. Estas actitudes fueron características de su trabajo.

Más allá de estas diferenciaciones personales, el segundo nivel de la identidad en producto – en paralelo con la identidad grupal- es la identidad corporativa. Se da así el requerimiento del reconocimiento de la marca, de valores -reales o imaginarios- que la empresa productora encarna, volcado en el producto. Muchas veces exceden lo que el producto puede plasmar, y terminan imprimiendo un “estilo formal” propio de cada empresa. Así se puede reconocer el trabajo formal de la empresa Braun, opuesto a Moulinex y así de una a otra firma. Esto acarrea la posibilidad del disfraz: que pequeñas empresas tomen el estilo de una u otra gran empresa para entrar en el mercado asociando su producción a esas grandes marcas.

El tercer nivel de la identidad en productos es la identidad cultural. Esto supera la escala de las empresas y busca un reconocimiento local, hablando así de Diseño Italiano, Japonés, Español, Finlandés, ...Esta es la escala más indeterminada desde el profesional y más manipulada por políticas de diseño.

¿Para qué es importante la identidad en un producto?

Por un lado, reconocer la identidad en un objeto nos permite comprender tanto su uso como así también los valores que conlleva. Por más que están fuertemente enlazadas, nos referimos a la identidad del producto en si mismo y a su identidad corporativa.

La identidad cultural propicia una identificación con nuestro entorno construido. La naturaleza artificial que construimos y poblamos de objetos nos hace sentir “en casa”. Es interesante pensar entonces cuánta innovación toleramos y cuánta buscamos. Qué relación entre lo mismo y lo otro sostenemos en hoteles, y restaurants de fast food que buscan replicarse casi sin variaciones locales en diferentes países y culturas. Hay un libro muy interesante, El turista accidental escrito por Anne Tyler, que plantea la situación de un hombre que escribía guías de turismo para quienes no disfrutaban de viajar, indicándoles dónde podían encontrar lo mismo que en su lugar de origen aunque estuvieran a enormes distancias.

Saliendo del punto de vista del usuario, y desde la mirada del empresario, es una estrategia de posicionamiento que aporta la originalidad de lo local contrastada con lo global. La valoración de lo regional que es distintivo y característico. Sin embargo, conlleva también sus peligros de convertirse en un estilo que se rigidiza en formalizaciones estereotipadas, donde la innovación es un valor negativo. La mejor arma para enfrentarlo es la apertura en la mirada y la capacidad de resignificar a través de la forma. Esto hace que pensemos qué ideas y valores sostenemos en nuestra manera de diseñar.

  • #innovación e identidad
  • #sobre formas
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